lunes, 14 de marzo de 2016

Adolescencia




H

ablar de adolescencia no es simplemente hablar de una etapa del desarrollo, la cual, muchos hemos cruzado, otros olvidado, y algunos más aun permanecemos allí.

La adolescencia es un estado físico y psicológico al cual accedemos de forma involuntaria pero sí con la interacción del medio que nos rodea, incluyendo nuestro pasado y presente.

  Cómo se constituye un sujeto. Basta con nacer y ya? Es cuestión genética, herencia o evolución natural? Nacemos en el momento del parto o desde un tiempo anterior, donde ni siquiera nuestros padres se conocían aun?

 Los hijos se crean a partir de una relación sexual, o surgen en la mente de cada hombre y mujer desde antes de que ellos mismos lo planeen? Cuántas personas, antes de planear tener un hijo, incluso antes de tener una pareja estable, ya han pensado en el nombre que tendrán sus hijos, cuantos serán, que sexo tendrán, a que equipo de futbol “le deben ir”, que profesión estudiarán y hasta como los vestirán.

 Los nombres propios son sustantivos que se usan para designar a personas, lugares o cosas con un nombre singular. Hacen referencia al efecto de nombrar. Nombrar es designar o determinar lingüísticamente un objeto o experiencia del mundo como tal, por tanto de manera única e irrepetible. Por qué mis padres eligieron mi nombre? con el que me dieron un lugar donde existir. Qué pasaría si nadie nos nombrara, si nadie nos diera un nombre propio. Podrimos emerger como sujetos o seriamos sustancia amorfa creciendo sin siquiera percibirlo.

Podemos pensar que para entender a los adolescentes, debemos entendernos a nosotros mismos, pues nosotros seremos los creadores de ese sujeto que recorrerá un largo camino desde su nacimiento hasta convertirse en adulto.

  Cómo entender a los adolescentes si no entendemos nuestro propio mundo y por ende, no entendemos las emociones que se ponen en juego entre padres e hijos. Sería “muy difícil señalar el límite entre lo normal y patológico en la adolescencia. […] sería anormal la presencia de un equilibrio estable durante el proceso adolescente” (1, p. 9).

 En mi experiencia clínica con niños/adolescentes, me ha llamado la atención los quehaceres psíquicos, que cada uno de ellos ha realizado en su momento y a su posibilidad, para confrontar los duelos que se van presentando en su desarrollo. Duelos por “el cuerpo de niño, por la identidad infantil, por la relación de los padres de la infancia” (1, p. 17), y por su bisexualidad (1, p. 11).

 Conforme el desarrollo biológico avanza el desarrollo psíquico puede no ser capaz de seguir el ritmo, lo cual confronta al niño con un mundo desconocido llegado a él de forma abrupta; si a esto agregamos unos padres con dificultades propias para afrontar este proceso, el camino se hace más tortuoso.

 Los padres piden terapia para sus hijos porque éstos tienen “malas calificaciones”, son “inquietos”, “no obedecen”, “se la pasan en los videojuegos o Facebook”, etc. Pero, ¿en realidad es lo que más les preocupa? “El síndrome normal de la adolescencia es un proceso perturbado y perturbador para el mundo adulto” (1, p. 10). Por qué se resquebraja la vida adulta “equilibrada” ante el adolescente?

 El adolescente “no está en comunicación con el adulto de manera natural, ni feliz” (2, p. 84). Qué fantasías pueden despertarse en los padres durante la adolescencia de sus hijos?

 Todos hemos pasado por la adolescencia y en el mejor de los casos la hemos dejado atrás para evolucionar a la madurez. Entonces, por qué parece que los padres “olvidan” esa etapa y se les presenta como algo nuevo, desconocido y misterioso. Será que es su propia negación ante una etapa del desarrollo mal lograda o con “cicatrices” que aun duelen. O es un intento de corregir sus propias etapas (proyectadas y re-vividas en sus hijos) que en su momento no se atravesaron de manera “optima”.

 
“El problema esencial del mundo del adolescente es la crisis de identidad y es un área de confusión que recubre todas las otras confusiones” (2, p. 87). Y si a esta crisis de identidad agregamos que los modelos que ofrecemos al joven no son del todo adecuado podemos imaginar las consecuencias. Cuantas veces no hemos escuchado a un padre diciéndole a su hijo “no fumes, es malo para tu salud” mientras enciende un cigarrillo. Y si aquel adolescente osa confrontar a ese experimentado padre cuestionando su tabaquismo, éste responde algo así “porque yo lo hago y sé que no es bueno, por ello te lo digo para que tú no caigas en lo que yo”.

A veces se escapa que los adolescentes se encuentran “flotando” entre tres comunidades: “el niño en la familia, el mundo de los adultos y el mundo de los adolescentes” (2, p. 88), pero que también puede decidir ser un “adolescente aislado” (2, p. ibib) si su paso por dichas comunidades no le ofrece una identidad segura y por el contrario le reafirma que “es un individuo que se ha hecho solo y que tiene una misión única en el mundo” (2, ibib).

 También creo que el duelo de los padres por perder al hijo puede tener cierta influencia en la aparente incomprensión hacia sus adolescentes, pues el desarrollo fisiológico-psíquico de éstos confronta a aquellos con la “crueldad” del tiempo.

 Por experiencia clínica (médica y psicoanalítica) a diario puedo constatar la importancia de unos padres involucrados (o no) en el desarrollo del niño. Donde lo más importante no es la comprensión del estado psíquico de su hijo sino la madurez psíquica que ellos tengan para afrontar la etapa de su hijo.

 Trato de enfatizar la importancia de los padres (o su función), principalmente en los primeros años de vida del individuo.

 Sí durante la infancia/adolescencia hay más preguntas que respuestas acerca de lo que nos sucede, de quién somos, y muchas otras conflictivas psicológicas. Y sí sabemos también que muchos adultos no hemos podido manejar esos conflictos psíquicos de una manera “aceptable”. Por qué no suponer que dichos conflictos de nuestros hijos son una re-vivencia de los propios, que nos hacen entrar nuevamente en crisis y pánico.

Así, podrimos entender el esfuerzo de algunos padres por negar sus propios conflictos reaparecidos en sus hijos los cuales de alguna forma se habían dejado en un rincón oscuro donde no puedan ser vistos ni tocados. “El mundo de los adultos no acepta las fluctuaciones imprevistas del adolescente sin conmoverse, ya que reedita en los adultos ansiedades básicas que habían logrado controlarse hasta cierto punto” (1, p. 11).

 “Los padres viven los duelos por los hijos, necesitan hacer duelo…” (1, p.19). Duelos que pueden ser muy dolorosos “si el adulto no tiene conscientes sus problemas…” (1, ibib.) No intento criticar la función de los padres, sino fortalecerla dentro y fuera del consultorio para el bienestar del niño/adolescente. Pues “el adolescente provoca una verdadera revolución en su medio familiar y social” (1, p. 19).

 Sería importante que los padres pudieran tener su propio espacio para ayudarles a separar sus angustias, fantasías y conflictos psíquicos, de los de sus hijos. Pues no hay que olvidar que “no sólo el adolescente padece éste largo proceso sino que los padres tienen dificultades para aceptar su crecimiento a consecuencia del sentimiento de rechazo que experimentan ante la genitalidad…” (1, p.17).

 
         


                                                             


Marzo, 2016






Bibliografía:
1. “La Adolescencia Normal. Un enfoque psicoanalítico”
Aberastury, A. Knobel, M.
Paidós Educador. 4ª reimpresión.
2. “Adolescencentes”
Meltzer, D. Harris, M.
PATIA Editorial. 1ª ed.

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