martes, 20 de junio de 2017

El Malestar en mi cultura


Aludo al titulo de un articulo Freudiano para pensar, ¿Cuál es el malestar en  mi cultura? ¿Será el mismo que para Freud en su época?

En mi cultura, muchos a mi alrededor mitigan sus malestares con la tecnología, las redes sociales han venido a ser el paracaídas para muchos quienes se encuentran agobiados por la rutina, el caos, el dolor, la falta y el deseo.

Es común, y hasta anormal seria que no sea así, que todo mundo andamos por el mundo conversando con "amigos" en Facebook, Twitter y demás redes sociales existentes. Y no es que este en contra de la revolución tecnológica, pues estoy ocupando la tecnología de mis tiempos para publicar mi pensamiento.

Si en la actualidad nos preguntáramos cuál es nuestro malestar, creo que muchos dirían que ninguno pues existe internet, redes sociales, skype, entre otros, que les acompañan. Actualmente todo esta al alcance de un click, la felicidad ronda en la "red". La soledad, la ausencia, la falta, el deseo, el goce, el amor, todos son engullidos por "www".

Pero insisto, no es una critica a la tecnología, ya que sin ella muchas cosas -como escribir este articulo- serian mas complicadas. El uso de la tecnología es adecuado, y muchas veces indispensable, para nuestro actuar diario. Lo que propongo pensar es en lo que hay detrás de este telón tecnológico, descubrir que hacen los actores de nuestros días tras bambalinas.


Y si el malestar de mi cultura fuese precisamente el no tener malestar. Desde mi perspectiva, el mayor malestar de mi cultura es no sentirlo, o mejor dicho, diluirlo entre nubes cibernéticas. La tristeza, el dolor, la angustia están, pero no se observan, la atención se ha desviado hacia otros lugares de confort impidiendo pensarnos. La intersubjetividad es a través de un otro digital, la marca del Otro nos llega por internet. La castración mayor en la actualidad es no tener "datos", que la cafeteria no tenga "WiFi", que "un WhatsApp" no se responda de inmediato.

El malestar en mi cultura, para mi, es no tener un  malestar que cuestione al sujeto, aunque ello no significa que no haya estragos. El no tener consciente un malestar no significa que no exista, así como un Cáncer es asintomático en un inicio, pero no significa que desde un inicio no exista ya y este causando daño.

El malestar en mi cultura es no pensar-nos, estamos obnubilados de marcas, procesadores, status, que muchas veces nos impide cuestionar nuestro existir, nuestro actuar, el quién somos, y si algunos logran hacerse estas preguntas, terminaran buscando las respuestas en un test o una estadística que "flote en la nube", lo cual es preferible a no hacer nada y usar los "memes" y videos para tapar los gritos del sujeto que desea salir de sí.

El malestar en mi cultura sigue siendo una falta, una ausencia, un vacío, una castración. Un significante sin sentido incrustado en un lenguaje ignorado y sustituido por un sistema de codificación binaria, somos ceros y unos combinados, y la ley depende de esa combinación.

Espero no haber ofendido a Freud con mi comentario, el cual no pretendía hacer un estudio comparativo, sino simplemente tomar el titulo de su articulo para expresar una idea que merodeaba mi mente...

lunes, 21 de marzo de 2016

El Síndrome de la Adolescencia Normal


Para entender lo que es la adolescencia debemos comprender su historia previa, considerarla como un proceso, una evolución, y no simplemente un paso más. Un desarrollo enmarcado por la cultura y la sociedad.

Por otro lado no podemos olvidar que lo psico-biológico juega un papel determinante en esta etapa. El despertar sexual es parte importante de la adolescencia, y una situación complicada para los padres y los mismos adolescentes.

Desde aquí podemos ir imaginando lo complicado de la situación, el por qué para algunos (o todos) padres, la adolescencia es una etapa “anormal”, olvidando que es la transición del niño al adulto. Pero que insisto, esta transformación no es automática, ni mucho menos inmediata. En la adolescencia el individuo se cuestiona acerca de sí mismo, abandonando así su autonomía infantil y al mismo tiempo proyectándose en el futuro como adulto. La adolescencia es un proceso universal, de desprendimiento que será influenciado por el medio donde se desarrolle.

Si logramos entender al adolescente quizá podremos dejar de tratarlo como un adulto, pues aún no lo es, y lo será a su tiempo sin importar cuanto deseemos forzar ese paso. La adolescencia es la etapa de la vida donde el individuo busca establecer su identidad como adulto usando como base sus relaciones del pasado (padres, familia) y el medio ambiente actual que le rodea, al tiempo que tramita el duelo de abandonar su infancia.

¿Qué es la normalidad? Puede ser difícil señalar el límite entre lo normal y patológico durante la adolescencia. Más aún, parece que lo anormal sería que hubiera un equilibrio en ésta etapa, pues la confusión reinante es expresada a través de muchos conflictos emocionales, sobre su sexualidad, de comportamiento, de comunicación y de pensamiento. La intensidad del “desequilibrio normal” en la adolescencia dependerá de las identificaciones que se le otorguen al adolescente en épocas previas a esta, así como a la capacidad que tenga éste de afrontar y aceptar sus propios cambios físicos y psíquicos.

De esta manera podríamos describir la sintomatología de la adolescencia de la siguiente manera:

1. Búsqueda de sí mismo y de la identidad.
2. Tendencia grupal.
3. Necesidad de intelectualizar y fantasear.
4. Crisis religiosa.
5. Desubicación temporal.
6. Sexualidad.
7. Actitud social.
8. Contradicciones de la conducta.
9. Separación de los padres.
10. Fluctuaciones del humor y el estado de ánimo.


Búsqueda de sí mismo y de la identidad.

El adolescente inicia esta etapa con más preguntas que respuestas, preguntas que deben ser contestadas por alguien. Dependiendo de las respuestas que encuentre será su actuar. Por otro lado, todo individuo arriba a ésta etapa con cierta madurez sexual con la que sabe puede reproducirse de igual forma que lo hacen los adultos, pero con la incertidumbre de cómo hacerlo. La madurez física sexual no es igual a la madurez psíquica sexual.

Desde este punto es donde nuestros adolescentes comienzan a buscar y crear su autoconcepto (conocerse a sí mismo) y una identidad adulta. Pero tratemos de imaginar lo que siente un niño que nota que su cuerpo ya no es infantil sino más parecido al de los adultos. El adolescente puede ser un niño mentalmente hablando atrapado en un cuerpo casi adulto. Entonces, qué se es, un niño o un adulto? Ahora agreguemos el medio ambiente (familia, escuela, sociedad, etc.) que rodea a éste individuo, donde muchas veces es difícil que se sienta entendido.

De todo este mar de dudas es de donde debe crearse una identidad propia, identidad que le permite nombrarse a sí mismo y “ser alguien”. Es por ello que a veces a falta de modelos “positivos” con los cuales crear su propia identidad, se eligen modelos “negativos”, pues es preferible ser alguien “negativo” a no ser alguien.

El adolescente vive sus cambios físicos como aterradores, por lo que la búsqueda de la identidad puede comenzar por encontrar patrones externos con los cuales resultar similares, p. ej. el vello facial.

El adolescente está luchando por ser el mismo, y los padres parecen ser sentidos como una fuerza en contra de esa lucha. Pero esos padres continúan existiendo en el inconsciente del muchacho (educación, costumbres, ejemplos, etc.), donde sin percibirlo, los utiliza para seguir avanzando en la búsqueda de su propia identidad.


Tendencia grupal.

En esta etapa se tiende a la búsqueda de uniformidad, lo que permite sentirse seguro y a gusto consigo mismo. Aparecen los grupos adolescentes, contrastantes al grupo familiar, pero donde todos son iguales. Esto permite que la separación de los padres sea menos dolorosa. Es un paso importante en la individuación y “surgimiento” del ser adulto.

En esta fase el joven se encuentra “disociado” mentalmente hablando, lo que le impide valorar y reconocer su participación en los sucesos que le rodean. Es por ello que en ocasiones el adolescente parece independiente de los adultos, pero en otras sumamente dependiente de ellos.

Por este pensamiento “disociado” y por su búsqueda de uniformidad, los padres parecen convertirse en los enemigos, y el grupo adolescente en el mejor lugar para existir.

Necesidad de intelectualizar y fantasear.

Mecanismos defensivos típico en la adolescencia contra la frustración, la impotencia y el dolor que resultan de “ser arrojado” a un lugar desconocido y no deseado, y tener que perder aquel lugar “paradisiaco” llamado infancia.


De esta manera el adolescente intenta mantener el control de todos los cambios desequilibrantes que le han llegado abruptamente. Es cuando surgen los adolescentes protestantes, filosóficos, poetas, anarquistas, etc.

Crisis religiosa.

Ateo o muy fervoroso, con diferentes fluctuaciones y tonalidades. Esto relacionado con la búsqueda de identidad y la aparición de la posibilidad de muerte en su medio (la de él o la de sus padres). La religión puede ofrecer la posibilidad de mantener, aunque sea en “espíritu” a los seres queridos y a una parte de sí mismo, lo que disminuye su angustia por los cambios abruptos de los que hemos hablado.

Desubicación temporal.
El adolescente vive con cierta desorientación temporal, para él todo es presente. No hay visión clara de futuro y el pasado parece escaparse de su conciencia, lo que también, de cierta forma es una búsqueda de tener el control del tiempo. El adolescente tiene dificultad para discriminar entre niño-adulto, afuera-adentro, pasado-presente-futuro, por tal motivo su mente intenta generar “su propio espacio y tiempo”.

Un adolescente “tiene mucho tiempo para estudiar para el examen del día siguiente, pero urgencia de comprar la ropa para la fiesta que se realizará en 3 meses”.

Estos cambios explican el aislamiento de muchos jóvenes, y por qué parecen regirse por el tiempo vivencial (comer, dormir, jugar, etc.).

Es como si el adolescente intentara congelar el tiempo con lo cual evitaría que continuaran los cambios y le ahorraría angustias.

Sexualidad.



Aparece la “exploración sexual (genital)”: caricias, masturbación, relaciones sexuales.


Surge el enamoramiento apasionado. Emerge el “amor a primera vista” y el “amor platónico” como una forma más de buscar identificación o uniformidad.

La primera menstruación y la polución (eyaculación) son marcadores biológicos con gran impacto psicológico. Son situaciones no “pedidas” e incontrolables que vienen a confirmar la pérdida del cuerpo e identidad infantiles, lo que deja más angustia y dolor psicológico en el joven.

Durante la infancia, los niños no son hombre o mujer, son niños simplemente, a ellos no les queda clara la diferenciación sexual pues ambos sexos poseen cuerpos similares, por lo menos en el exterior. Al llegar a la adolescencia la diferencia corporal es evidente a simple vista, lo que genera una dificultad para saber cuál es el comportamiento correspondiente a cada sexo. Por lo que proporcionar modelos de identificación “masculinos y femeninos” se vuelven muy importantes en esta etapa.

Es normal encontrar periodos “masculinos” en las chicas y “femeninos” en los chicos en lo que logran identificarse y autodefinirse. Durante estas fases pueden haber “exploraciones homosexuales” que no indican una homosexualidad real o definitiva.


Actitud social.

La familia influye en el comportamiento social. La adolescencia es recibida de manera hostil por el mundo de los adultos.

En ocasiones la sociedad puede ser tan rígida y estricta que orilla a la delincuencia juvenil, en otras ocasiones puede servir de guía para el desarrollo de la madurez del individuo, la clave está en el equilibrio.

La sociedad confronta al joven con lo evidente de sus pérdidas, por un lado la de su infancia y por el oro, la de los padres de la infancia que eran consentidores y protectores. Ahora el adolescente siente a la sociedad (incluidos en ella a los padres) como crueles, desconsiderados, injustos, etc. Lo que le hace sentir la necesidad de confrontar y así protegerse a sí mismo.


Contradicciones en la conducta.

En esta etapa la conducta está dominada por la acción. El adolescente necesita actuar, incluso más que pensar detenidamente. Eso no quiere decir que no se intente llevar una conducta mas “equilibrada”.

Esto es normal. Lo anormal seria que el adolescente tuviera una personalidad lineal, sin altibajos. Es el mundo del adulto quien no tolera estos altibajos en la conducta del adolescente y le exige un comportamiento “adulto” que por su puesto aún no se tiene.

Separación de los padres.

El Adolescente debe ir aceptando a sus “nuevos padres”, reconocer que así como él ya no es un niño, sus padres tampoco siguen siendo papás de un niño sino ahora son papás de un adolescente, con los cambios en la relación que conlleva.

Pero este cambio a los “nuevos padres” puede ser terrorífico para los progenitores más que para el adolescente. Resultando esto en un intento por negar el crecimiento de los hijos infantilizándolos. Esto puede hacer que los padres se vean poco valiosos como para ser modelos de identificación por lo que el adolescente termina buscando dichos modelos en otro sitio.

Para lograr una separación optima y posteriormente un re-encuentro satisfactorio entre padres y adolescentes, la infancia y toda la historia previa de cada uno es importante.




Fluctuaciones del humor y del estado de ánimo.

El duelo es una constante durante la adolescencia. Duelo por perder su infancia, a los padres de la infancia y su cuerpo infantil. El cómo elabore estos duelos dará las características particulares de cada adolescente y de cómo se vive esa etapa.
En su intento de afrontar estos duelos, el adolescente buscara acciones o situaciones placenteras, las cuales al ser muchas veces complicadas por la sociedad o el medio ambiente que le rodean, le hacen colocarse en un lugar aislamiento, enojo y aburrimiento. Se refugia en sí mismo y en su mundo interno. Si no sucediere así, sería anormal (psicopatía).

Es por ello, que en general, el estado de ánimo del adolescente es muy fluctuante, casi minuto a minuto. Pasando de la euforia a la depresión profunda, y entre ambos estados por una gama de muchas otras emociones y sentimientos.






Adolescencia = “Normal anormalidad”












lunes, 14 de marzo de 2016

Adolescencia




H

ablar de adolescencia no es simplemente hablar de una etapa del desarrollo, la cual, muchos hemos cruzado, otros olvidado, y algunos más aun permanecemos allí.

La adolescencia es un estado físico y psicológico al cual accedemos de forma involuntaria pero sí con la interacción del medio que nos rodea, incluyendo nuestro pasado y presente.

  Cómo se constituye un sujeto. Basta con nacer y ya? Es cuestión genética, herencia o evolución natural? Nacemos en el momento del parto o desde un tiempo anterior, donde ni siquiera nuestros padres se conocían aun?

 Los hijos se crean a partir de una relación sexual, o surgen en la mente de cada hombre y mujer desde antes de que ellos mismos lo planeen? Cuántas personas, antes de planear tener un hijo, incluso antes de tener una pareja estable, ya han pensado en el nombre que tendrán sus hijos, cuantos serán, que sexo tendrán, a que equipo de futbol “le deben ir”, que profesión estudiarán y hasta como los vestirán.

 Los nombres propios son sustantivos que se usan para designar a personas, lugares o cosas con un nombre singular. Hacen referencia al efecto de nombrar. Nombrar es designar o determinar lingüísticamente un objeto o experiencia del mundo como tal, por tanto de manera única e irrepetible. Por qué mis padres eligieron mi nombre? con el que me dieron un lugar donde existir. Qué pasaría si nadie nos nombrara, si nadie nos diera un nombre propio. Podrimos emerger como sujetos o seriamos sustancia amorfa creciendo sin siquiera percibirlo.

Podemos pensar que para entender a los adolescentes, debemos entendernos a nosotros mismos, pues nosotros seremos los creadores de ese sujeto que recorrerá un largo camino desde su nacimiento hasta convertirse en adulto.

  Cómo entender a los adolescentes si no entendemos nuestro propio mundo y por ende, no entendemos las emociones que se ponen en juego entre padres e hijos. Sería “muy difícil señalar el límite entre lo normal y patológico en la adolescencia. […] sería anormal la presencia de un equilibrio estable durante el proceso adolescente” (1, p. 9).

 En mi experiencia clínica con niños/adolescentes, me ha llamado la atención los quehaceres psíquicos, que cada uno de ellos ha realizado en su momento y a su posibilidad, para confrontar los duelos que se van presentando en su desarrollo. Duelos por “el cuerpo de niño, por la identidad infantil, por la relación de los padres de la infancia” (1, p. 17), y por su bisexualidad (1, p. 11).

 Conforme el desarrollo biológico avanza el desarrollo psíquico puede no ser capaz de seguir el ritmo, lo cual confronta al niño con un mundo desconocido llegado a él de forma abrupta; si a esto agregamos unos padres con dificultades propias para afrontar este proceso, el camino se hace más tortuoso.

 Los padres piden terapia para sus hijos porque éstos tienen “malas calificaciones”, son “inquietos”, “no obedecen”, “se la pasan en los videojuegos o Facebook”, etc. Pero, ¿en realidad es lo que más les preocupa? “El síndrome normal de la adolescencia es un proceso perturbado y perturbador para el mundo adulto” (1, p. 10). Por qué se resquebraja la vida adulta “equilibrada” ante el adolescente?

 El adolescente “no está en comunicación con el adulto de manera natural, ni feliz” (2, p. 84). Qué fantasías pueden despertarse en los padres durante la adolescencia de sus hijos?

 Todos hemos pasado por la adolescencia y en el mejor de los casos la hemos dejado atrás para evolucionar a la madurez. Entonces, por qué parece que los padres “olvidan” esa etapa y se les presenta como algo nuevo, desconocido y misterioso. Será que es su propia negación ante una etapa del desarrollo mal lograda o con “cicatrices” que aun duelen. O es un intento de corregir sus propias etapas (proyectadas y re-vividas en sus hijos) que en su momento no se atravesaron de manera “optima”.

 
“El problema esencial del mundo del adolescente es la crisis de identidad y es un área de confusión que recubre todas las otras confusiones” (2, p. 87). Y si a esta crisis de identidad agregamos que los modelos que ofrecemos al joven no son del todo adecuado podemos imaginar las consecuencias. Cuantas veces no hemos escuchado a un padre diciéndole a su hijo “no fumes, es malo para tu salud” mientras enciende un cigarrillo. Y si aquel adolescente osa confrontar a ese experimentado padre cuestionando su tabaquismo, éste responde algo así “porque yo lo hago y sé que no es bueno, por ello te lo digo para que tú no caigas en lo que yo”.

A veces se escapa que los adolescentes se encuentran “flotando” entre tres comunidades: “el niño en la familia, el mundo de los adultos y el mundo de los adolescentes” (2, p. 88), pero que también puede decidir ser un “adolescente aislado” (2, p. ibib) si su paso por dichas comunidades no le ofrece una identidad segura y por el contrario le reafirma que “es un individuo que se ha hecho solo y que tiene una misión única en el mundo” (2, ibib).

 También creo que el duelo de los padres por perder al hijo puede tener cierta influencia en la aparente incomprensión hacia sus adolescentes, pues el desarrollo fisiológico-psíquico de éstos confronta a aquellos con la “crueldad” del tiempo.

 Por experiencia clínica (médica y psicoanalítica) a diario puedo constatar la importancia de unos padres involucrados (o no) en el desarrollo del niño. Donde lo más importante no es la comprensión del estado psíquico de su hijo sino la madurez psíquica que ellos tengan para afrontar la etapa de su hijo.

 Trato de enfatizar la importancia de los padres (o su función), principalmente en los primeros años de vida del individuo.

 Sí durante la infancia/adolescencia hay más preguntas que respuestas acerca de lo que nos sucede, de quién somos, y muchas otras conflictivas psicológicas. Y sí sabemos también que muchos adultos no hemos podido manejar esos conflictos psíquicos de una manera “aceptable”. Por qué no suponer que dichos conflictos de nuestros hijos son una re-vivencia de los propios, que nos hacen entrar nuevamente en crisis y pánico.

Así, podrimos entender el esfuerzo de algunos padres por negar sus propios conflictos reaparecidos en sus hijos los cuales de alguna forma se habían dejado en un rincón oscuro donde no puedan ser vistos ni tocados. “El mundo de los adultos no acepta las fluctuaciones imprevistas del adolescente sin conmoverse, ya que reedita en los adultos ansiedades básicas que habían logrado controlarse hasta cierto punto” (1, p. 11).

 “Los padres viven los duelos por los hijos, necesitan hacer duelo…” (1, p.19). Duelos que pueden ser muy dolorosos “si el adulto no tiene conscientes sus problemas…” (1, ibib.) No intento criticar la función de los padres, sino fortalecerla dentro y fuera del consultorio para el bienestar del niño/adolescente. Pues “el adolescente provoca una verdadera revolución en su medio familiar y social” (1, p. 19).

 Sería importante que los padres pudieran tener su propio espacio para ayudarles a separar sus angustias, fantasías y conflictos psíquicos, de los de sus hijos. Pues no hay que olvidar que “no sólo el adolescente padece éste largo proceso sino que los padres tienen dificultades para aceptar su crecimiento a consecuencia del sentimiento de rechazo que experimentan ante la genitalidad…” (1, p.17).

 
         


                                                             


Marzo, 2016






Bibliografía:
1. “La Adolescencia Normal. Un enfoque psicoanalítico”
Aberastury, A. Knobel, M.
Paidós Educador. 4ª reimpresión.
2. “Adolescencentes”
Meltzer, D. Harris, M.
PATIA Editorial. 1ª ed.